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Moda, rentabilidad y (ahora) leyes para entrar realmente en la era del ESG

Tras años hablando de medioambiente, social y gobernanza, el creciente control legislativo está presionando a la moda para que empiece a llevar a cabo un cambio en su modelo de negocio tradicional.                                 

Moda, rentabilidad y (ahora) leyes para entrar realmente en la era del ESG
Moda, rentabilidad y (ahora) leyes para entrar realmente en la era del ESG
Los mayores esfuerzos empresariales se han concentrado en materiales reciclados y la transición energética.

Modaes

8 may 2024 - 05:00

El término ESG se utilizó por primera vez en 2004 en un informe de la Organización de las Naciones Unidas. A pesar de haber pasado dos décadas desde entonces, es ahora cuando los estándares de medioambiente, social y gobernanza van a pasar a estar regulados por un imperativo legal. ¿Cómo se está adaptando el sector a esta nueva era?

 

En el marco de su quince aniversario, Modaes está impulsando una serie de reportajes y análisis sobre diferentes temáticas bajo el título Thinking X Next 15 Years. El último de ellos, patrocinado por Centric Software, se centra en en el grado de implantación del ESG en la industria de la moda y en los principales retos del sector.

 

“La moda ha sido siempre un sector con visión cortoplacista: piensa a corto plazo y a través de colecciones y no se ha preocupado en hacer las inversiones necesarias que hubieran cambiado el sistema a la larga”, asegura Jordi Blasco, director de T2T Solutions, a Modaes. Las diferentes legislaciones que han surgido en el mundo, especialmente en el continente europeo, han obligado ahora a las empresas a acelerar un cambio que, en última instancia, supone una transformación del modelo de negocio tradicional.

 

La directiva europea sobre información corporativa en materia de sostenibilidad (Csrd) establece que tan pronto como en 2025 las grandes empresas de interés público que coticen en cualquiera de los mercados de la Unión Europea deberán presentar sus informes de sostenibilidad y hacer públicos los avances que han estado implementando en los últimos años en materia de clima y contaminación, biodiversidad, trabajadores de la cadena de suministro y los consumidores, entre otros.

 

 

El criterio que ha ganado un mayor peso en los últimos años es el de sostenibilidad y medioambiente. La Directiva de Debida Diligencia de la Unión Europea, el Americas Trade Investment Act (también conocido como Americas Act) o la normativa de Ecodiseño para Productos Sostenibles de la UE son sólo algunos de los ejemplos que están impulsando un sector de la moda circular y sostenible a golpe de legislación.

 

 

 

 

La moda es actualmente responsable de entre el 8% y 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según los datos de la Organización de las Naciones Unidas, y la producción de ropa se ha duplicado a nivel mundial, hasta alcanzar los 18 kilogramos de ropa por persona en 2023, un máximo histórico. Más del 90% de las emisiones de las empresas se producen en las fases de la cadena de valor ajena a las marcas de moda: puesto que estas empresas no son propietarias de las fábricas, han quedado hasta ahora eximidas de su control, al menos desde un punto de vista legal.

 

Sin embargo, las nuevas regulaciones obligan ahora a las compañías a hacerse responsables también del impacto que genera su negocio en países como China o Bangladesh, donde se lleva a cabo gran parte de la confección, tintado y corte de las prendas. A pesar de que muchas de las empresas del sector se han comprometido a reducir a la mitad sus emisiones para 2030, el sector todavía está lejos de alcanzar este objetivo.

 

“Muchas marcas y diseñadores están adoptando prácticas sostenibles”, explica Marta Contreras, directora de Assurance ESG & Circular Economy de KPMG España. La analista explica también que la moda está retrasada con respecto a otros sectores como el de la tecnología, que ya están regulados desde hace años, por lo que todavía tiene un amplio margen de mejora.

 

 

 

 

Para combatir la falta de transparencia en esta parte del proceso productivo y asegurar que la moda está cumpliendo con las leyes incipientes, las legislaciones han comenzado a incluir términos como trazabilidad o pasaporte digital.

 

“Todo el sector se tiene que transformar, desde la manera en la que las empresas gestionan su negocio hasta la forma de consumir por parte de la población”, defiende Blasco. Los mayores esfuerzos empresariales se han concentrado justamente en acelerar la transición a modelos de negocio más sostenibles, a través del uso de materiales reciclados o reducir el uso de agua y electricidad.

 

“Es un sector complejo, con una gran capilaridad y deslocalización y eso siempre resulta complicado de gestionar”, asegura Contreras. La importancia de elevar los criterios sociales en la moda se puso de manifestó por primera vez tras la catástrofe del Rana Plaza. El hundimiento de la fábrica de Bangladesh en 2014 ocasionó la muerte de más de mil trabajadores de la industria textil en el país.

 

Blasco confía en que el nivel de control y escrutinio al que se someten ahora gran parte de las infraestructuras de estos países debería evitar que suceda una situación similar, aunque no descarta la posibilidad. “Aún queda mucho por hacer -añade Contreras-; ya que la complejidad de estos modelos de negocio reside en que cada tela, cada bordado, cada tintado y cada adorno puede venir de un origen diferente”.

 

Sólo recientemente, la histórica del denim Levis Strauss suspendió su trabajo con un proveedor turco tras recibir varias denuncias sobre las condiciones laborales en las fábricas. El último informe de la Organización Internacional del Trabajo (ILO) calculó que aún a día de hoy 27,6 millones de personas son víctimas de trabajo forzoso en todo el mundo.

 

En el sector de la moda, el escándalo de los campos de trabajo forzoso de cultivo de algodón de la región china de Xinjiang derivó en legislaciones como la Ley de Prevención del Trabajo Forzoso Uigur (UFLPA) en Estados Unidos en 2021. De manera similar, la Unión Europea ha pactado ya el texto provisional que, una vez se tramite en el Consejo y Parlamento Europeo, prohibirá la entrada a Europa de cualquier producto que se sospeche esté producido a través de prácticas similares.

 

Para evitar estas situaciones, muchas de las empresas han elaborado códigos de conducta y protocolos de seguridad de obligado cumplimiento para sus proveedores. Estos, sin embargo, difícilmente llegan a todas las fábricas y las empresas deben ejercer un control en una extensa red de proveedores ubicada a kilómetros de distancia de sus sedes centrales.

 

 

 

Todos los cambios anteriores deben ser impulsados por las altas esferas de las compañías: los consejos de administración y comités de dirección de las empresas. “La gobernanza de las empresas es clave, la transparencia es uno de los principales motores para la mejora continua de las empresas en materia de sostenibilidad”, continúa Contreras.

 

Sin embargo, gran parte de las cúpulas de las grandes empresas siguen a día de hoy lejos de estándares de transparencia y compliance, pero tamibén en aspectos como la inclusión y la diversidad. El trabajo femenino se concentra especialmente en la parte de abajo de la cadena de valor, mientras que los ámbitos de decisión todavía están dominados por perfiles más tradicionales.

 

“Hay estudios que demuestran que los equipos de dirección y consejos en general suelen tomar mejores decisiones y son más eficaces cuando tienen equipos más diversos”, explica Charles Kirby, socio del área de sostenibilidad en consulting de EY España.

Este cambio se está dando de manera gradual, aunque también se ha visto empujado en el último año a través de legislaciones. En España, el número de mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas cotizadas alcanza el 29,3%, muy por debajo de la mitad. El futuro Proyecto de Ley de Representación Paritaria de mujeres y hombres en España ya prevé la obligación de que las grandes empresas del país aumenten esta cifra.

 

Este es uno de los ejemplos de nuevas legislaciones que están intentando regular la presencia de otros perfiles en las cúpulas de las empresas, una tendencia, sin embargo, que se ha visto empujada por las demandas sociales. Gran parte de las grandes compañías del sector, de hecho, ya incluyen planes de igualdad en sus hojas de ruta y consideran la diversidad como uno de los factores que, no sólo pueden ayudarles a fidelizar a sus consumidores, si no que también les supone un riesgo si no la implementan dentro de sus campañas y decisiones empresariales.

 

“Nadie se mueve hasta que no está obligado a hacerlo, y ahora que se ha empezado a hablar de multas, las empresas han comenzado a avanzar. La sociedad es así, no es sólo culpa de las empresas porque al final, nadie se pone un cinturón hasta que no sabes que te pondrán una multa si no lo haces”, relata Blasco.