Carmen Hijosa: “Si el consumidor supiera el poder que tiene, podría cambiar la industria”
La ejecutiva sostiene que el mundo está cambiando y defiende que el sector de la moda deberá hacerlo también. Hijosa asegura que las empresas que no quieran cambian “no durarán mucho”.
24 mar 2021 - 04:44
Carmen Hijosa es una diseñadora textil asturiana que lleva años establecida en el extranjero. La directiva es fundadora y está al frente de Piñatex, empresa especializada en la transformación de desechos de la piña para crear materias primas para la producción de prendas y calzado. Hijosa, que se define como idealista, asegura que la sostenibilidad es una tendencia a escala global, y que el consumidor es el que tiene verdadero poder en la industria mundial de la moda. Crítica con el bombardeo de certificaciones eco, y escéptica con el actual modelo de negocio del sector, Hijosa sentencia que “las nuevas materias primas son importantes, porque ayudan a descentralizar el poder de ciertos materiales que tenían un monopolio y eran dañinos para el medio ambiente”.
Pregunta: ¿La sostenibilidad empieza por la materia prima?
Respuesta: Para mí la sostenibilidad empieza por la conciencia personal e individual. Sostenibilidad quiere decir sostener, lo que de cierta manera se traduce en cuidar, querer, respetar. La conciencia no es sólo personal, sino también social, medioambiental, ecológica e industrial. Detrás de una materia prima hay mucha gente, y hay que tomar decisiones con conciencia o sin ella. Eso es lo más importante de la sostenibilidad, porque todo empieza con la materia prima, y luego se extiende a la cadena de suministro, a quién está detrás, a dónde van los productos…
P.: ¿Fabricar con tejido seco es más caro?
R.: No me gusta la palabra caro. Para mí lo importante es el valor real de un tejido. Como consumidores, tenemos que pensar en quién lo ha hecho, cuánto se ha pagado a la gente para hacerlo, qué pasa con el producto al final… Es una cosa que viene de la conciencia. Si las credenciales que tenemos para tomar nuestra decisión son correctas, entonces sí que este coste real es más caro, obviamente. Estamos trabajando en una economía circular y con transparencia, y esto debe tener más valor. Lo caro no es importante; lo importante es que cojamos conciencia de cuál es el valor real de un producto.
P.: ¿Cree que llegará un día en el que no hará falta seguir cultivando algodón?
R.: Definitivamente no tanto como hoy se cultiva, porque son 25 millones de toneladas al año. Esto es muchísimo, y lo que hacen estas producciones masivas es desertificar la tierra, porque usamos demasiada agua, fertilizante y pesticidas. Hay que pensar en global: ¿dónde se cultiva este algodón? En China, Pakistán, India… ¿Qué hay detrás de este cultivo? Mucha gente, de la cual, en su mayor parte, son pequeños granjeros que necesitan este trabajo. Hay demasiado algodón, pero también hay que mirar por toda esta población y cuál es el plan B que podemos tener. Llegará un día en que no hará falta seguir cultivando, porque hay otros materiales más sostenibles, como el bambú. Estos productos sí que hay que impulsarlos y tener conciencia de que son buenas alternativas que están ahí para ayudar a la Tierra. El algodón orgánico es mejor que el normal, y tiene que seguir en cierta manera, porque hay países en que el 45% de la población laboral trabaja en este sector.
P.: El sector de la moda dispone de muchas alternativas, como algodón orgánico, poliéster reciclado o materiales de origen vegetal. ¿Cuál es la mejor opción actualmente? ¿Por qué?
R.: La mejor opción es la economía circular. Que el producto sea lo más local que se pueda, reciclable, con responsabilidad social… Creo que esto es importante, porque pensamos que el poliéster es peor que el algodón y otros productos, pero, en realidad, si miramos la cadena de suministro, muchas veces estamos sorprendidos porque quizás no es tan malo. Obviamente hay muchas buenas y claras soluciones, y para mí las mejores opciones son las que provienen de los desechos de la agricultura, como es el caso de Piñatex. Damos valor añadido a una materia prima que no se usaba antes, y para mí esa es la solución. Pero, globalmente, tenemos que pensar cómo está hecha la producción y cómo vamos a acabar reusando estos productos en economía circular.
P.: ¿Al consumidor final le importa la materia prima de la que están hechas sus prendas?
R.: Yo creo que sí, y cada vez más. Los consumidores tienen más y más responsabilidad y conocimientos de lo que pasa con sus prendas. Quieren saber y tener toda la información para tener después opiniones que se basan en una realidad. Creo que el Covid-19 también ha abierto una gran puerta para mostrar la realidad de lo que es hoy la producción y plantearnos por qué tenemos que comprar diez camisetas al año. Ha ayudado mucho a traer una conciencia ecológica y social de cómo compramos, y cómo de importante es pensar en lo que compramos.
P.: ¿Hay algún país o perfil de consumidor que esté liderando este cambio?
R.: Los jóvenes tienen una gran fortaleza, y lo sienten. Lo hemos visto, porque hay muchos movimientos. La gente joven es el futuro de nuestro mundo, es la que tiene que tomar conciencia y ya lo está haciendo, sobre todo en los países del norte de Europa.
“Ahora hay demasiadas certificaciones, porque el mercado hoy es muy sofisticado, pero no tenemos mucha claridad”
P.: ¿La sostenibilidad una tendencia de países ricos o en los países también se va a desarrollar una preocupación creciente?
R.: Creo que va a ser global. Hoy, con las redes sociales, nos conectamos con todo el mundo, y especialmente ahora, que no podemos conectarnos de otra manera. La sostenibilidad es un movimiento mundial, y yo creo que está ahí no solamente porque estamos en pandemia, sino que va a permanecer en el futuro. Nosotros trabajamos en Filipinas, un país denominado pobre, y trabajamos con granjeros, cooperativas… Y vemos que ellos también lo sienten, por eso creo que es un tema global.
P.: ¿Se ha confundido al consumidor con tantas certificaciones como hay en las prendas que compra?
R.: Estoy de acuerdo. Como consumidores, habíamos empezado con la certificación Fair Trade, que estaba bien, pero ahora hay demasiadas. El consumidor necesita ciertas garantías para saber de dónde viene el producto, quién lo ha hecho… El mercado hoy es muy sofisticado, y no tenemos mucha claridad. Para mí lo más importante es el blockchain: como fabricantes, tenemos una gran responsabilidad de dar a los consumidores lo que necesitan para tomar una decisión, y no cien. Como responsables de nuestro producto, tenemos que seguir ciertas normativas, pero a mí, como consumidora, me gustaría pensar que voy con mi teléfono, miro algo y digo: ah, sé de dónde viene, puedo ver toda la cadena de producción y tomo mi decisión. Para mí tiene que ser así.
P.: ¿Es posible avanzar en sostenibilidad sin el apoyo de los grandes operadores de la distribución?
R.: Sí. Creo que el consumidor tiene un poder más grande del que pensamos, y puede, en cierta manera, ayudar a la descentralización. Hay que tener núcleos de producción y distribución mucho más locales. Creo que se tendría que hacer, se puede y es importante descentralizar esta logística. Después, tenemos que ver si compramos menos, si miramos el coste o el precio real del producto, si estamos pensando también en cómo reutilizarlo… La descentralización es muy importante y necesaria, y creo que es posible.
“Hay materiales que han quedado en el mundo tradicional de artesanía, pero podríamos darles una vuelta y usarlos de forma que puedan ser industrializados”
P.: ¿Quién ha impulsado más el avance de la sostenibilidad: H&M, Greenpeace, Patagonia o el consumidor?
R.: Nosotros trabajamos con H&M, y creo que están haciendo mucho. Tienen colecciones con conciencia, que están haciendo bastante impacto en cómo la gente compra en retail. Greenpeace, por su parte, ha sido una constante en todas nuestras vidas, y es importante porque no sólo lucha con gran conciencia y fuerza contra determinados productos, sino también contra problemas sociales y políticos. Patagonia también es relevante, tiene la certificación B Corp, lo que quiere decir que no sólo se ocupan del producto: su misión es cuidar de la naturaleza con artículos que duran. Todos son importantes de cierta manera, pero cuando llegamos al consumidor, vemos que es el más poderoso. No sabemos el poder que tenemos. Somos los que tomamos la decisión final, somos los reyes, y si lo supiéramos podríamos cambiar cómo la industria de la moda y el textil funcionan.
P.: ¿Qué es más importante: desarrollar la circularidad o investigar en nuevas materias primas?
R.: Creo que ambas cosas son importantes. La circularidad ya está funcionando, está ahí. Todo el mundo, desde las grandes empresas hasta las más pequeñas, están intentando no trabajar en el formato lineal de extraer, usar, explotar y después tirar a la basura. Por lo que respecta a materias primas, necesitamos otras nuevas. No podemos continuar explotando el algodón o el cuero, que no son tan sostenibles. Las nuevas materias primas son importantes, porque ayudan a descentralizar el poder de ciertos materiales que tenían un monopolio y una producción muy dañina para el medio ambiente. Para mí es importante pensar que tenemos mucho futuro en usar los derechos de la agricultura, que son masivos. Cada vez que voy a España, me vuelvo loca pensando que podríamos usar esto u aquello otro. Hay materiales que han quedado en el mundo tradicional de artesanía, pero podríamos darles una vuelta y usarlos de forma que puedan ser industrializados.
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P.: ¿Cómo se imagina el mundo de la moda en treinta años?
R.: Yo creo que se utilizarán más este tipo de materiales que traen valor positivo al mundo. El sector de la moda como tal tiene que cambiar muchísimo porque, en realidad, esto de tener colecciones cada tres o seis meses es obsoleto. Es algo que ya no tendría que pasar. La mentalidad cambia, y la gente joven no piensa de esta manera, sino que lo hace de forma mucho más responsable. Yo soy una idealista, y quizás esto no es así en todo el mundo, pero para mí tendría que serlo. La moda tiene que ir de respetar las materias primas, de comprar productos mejor hechos y con más valor añadido. Y las empresas tienen que pensar así. Es un gran cambio, pero estoy convencida de que va a llegar.
P.: ¿Qué comentario le haría a un directivo que no crea en este cambio y que quiera hacer las cosas como siempre?
R.: Está muy claro: si alguien quiere hacer las cosas como siempre, se va a venir abajo. El mundo no puede seguir así. Si tienes conciencia, cambia; si no, no vas a durar mucho. Hay que cambiar y tomar los retos por los cuernos. El mundo necesita nuevas maneras de pensar y productos que van con el futuro.