Entorno

Especial Covid-19: Cinco años de la pandemia que cambió el mundo

La soledad de la moda: cuando el sector se armó para ‘pintar’ más

Las entidades representativas del sector, desde el textil de cabecera al comercio, fueron poco escuchadas durante la pandemia. Tras ello, el sector se armó con nuevos instrumentos, como el Observatorio del Textil y la Moda y Arte.

La soledad de la moda: cuando el sector se armó para ‘pintar’ más
La soledad de la moda: cuando el sector se armó para ‘pintar’ más

C. De Angelis/ C. Oliveras

5 mar 2025 - 05:00

Ciudades desiertas y tiendas llenas de ropa. Es el escenario que dejó en marzo de 2020 el Covid-19, una pandemia que supuso una disrupción sin precedentes para la economía mundial y que golpeó con particular dureza a la moda. ¿Cómo se ven, con la perspectiva del paso del tiempo, los meses en los que el mundo vio limitados sus movimientos y el contacto social como nunca antes para hacer frente al contagio del virus? Modaes aborda en este especial cómo se ha transformado el sector y qué lecciones dejó la pandemia del Covid-19.

 

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Golpe tras golpe, y sin una voz clara para defender al sector. El impacto para el comercio de moda en España no terminó con los tres meses de confinamiento de la población y el cierre total del comercio para contener las primeras oleadas de la pandemia. En mayo de 2020, cuando ya se debatía sobre cuándo y cómo se reiniciaría la liga española de fútbol, el sector reaccionó con estupor a una disposición publicada en sábado en el Boletín Oficial del Estado que prohibía a los comercios anunciar rebajas en sus establecimientos. En la crisis del Covid-19, la industria de la moda volvió a padecer la falta de organización como lobby, algo que ha comenzado a cambiar desde entonces.

 

Ventas sólo con cita previa o la prohibición de reabrir a los comercios con más de 400 metros cuadrados en las primeras fases de la desescalada (cuando se mantuvo el cierre total de centros comerciales y parques de medianas) irritaron a un sector que había tenido que cerrar de la noche a la mañana con grandes acumulaciones de stock sin vender y necesidades de liquidez tras casi dos meses de tiendas cerradas.

 

Las empresas criticaban particularmente la falta de diálogo del Gobierno con el sector a la hora de valorar este tipo de medidas, que recibían las críticas (con escaso impacto mediático) de entidades como la Asociación del Comercio Textil, de Complementos y Piel (Acotex) y la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (Anged).

 

 

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Pasado el primer estado de alarma, las restricciones a la actividad comercial implantadas por varias comunidades autónomas siguieron perjudicando a las empresas de moda, dejando una sensación general de soledad del sector ante una circunstancia anormal en la que las autoridades atendían a otras prioridades y escuchaban sólo a quienes sabían pulsar las teclas adecuadas.

 

El desgaste y el desánimo, notorio sobre todo en la segunda mitad de 2020 y los primeros meses de 2021, se produjo cuando ya se había olvidado la contribución de la industria textil y del calzado en los primeros momentos de la crisis sanitaria, cuando decenas de empresas españolas paralizaron su actividad y empezaron a producir mascarillas y equipos de protección individual (EPIs) para proteger al personal sanitario y a las personas de riesgo.

 

 

De héroes a olvidados

“El sector demostró su capacidad de reacción y compromiso en un momento crítico”, recuerda Mònica Olmos, secretaria general de Texfor, quien apunta que la empresa privada demostró una capacidad de reacción “mucho más ágil” que la gestión pública. “Las empresas textiles industriales -prosigue- se volcaron en desarrollar y testar materiales para mascarillas, batas y equipos de protección individual; a su vez, la confección asumió un papel clave en la producción de estos elementos esenciales”.

 

Tras la pandemia, apunta la directiva de la patronal del textil de cabecera, “el sector ha aprendido la importancia de garantizar la producción local de bienes estratégicos, desde materiales sanitarios hasta productos de defensa o respuesta ante catástrofes”. En la misma línea, Salvador Gómez, secretario general de la Federación de Industrias del Calzado Español (Fice), indica que el Covid-19 “evidenció la importancia de que exista una industria autóctona conectada y capaz de reaccionar con rapidez ante envites como este”.

 

El sector del calzado, desarrolla Gómez, aprendió con la pandemia a “mejorar nuestra organización y a fortalecer nuestras estructuras”, algo que sirvió también en otro momento crítico como el de la dana sufrida en Valencia. “En un tiempo récord, y gracias a la colaboración de nuestras empresas, conseguimos coordinar y realizar los primeros envíos de calzado técnico para ayudar en las labores de rescate”, apunta.

 

“La gran incógnita -señala Olmos- es si la administración también ha tomado nota y catalogará la industria textil y de la confección como ecosistema industrial estratégico anticipándose a futuras necesidades”.

 

Para Juan Parés, presidente del Observatorio del Textil y la Moda, cuando los productos esenciales empezaron a llegar desde Asia el sector “perdió mucho dinero”. “No ha habido una reflexión profunda de qué pasaría si volviera a suceder o de que, si hubiera otra pandemia, en qué condiciones estamos para afrontarla”, advierte.

 

También aporta una visión crítica Pepe Serna, presidente de la Asociación de Empresarios Textiles de la Comunidad Valenciana (Ateval) y hasta la semana pasada presidente del Consejo Intertextil Español (CIE). A su juicio, tras contribuir al abastecimiento en los momentos más críticos de la pandemia, más tarde el sector “no contó con el respaldo suficiente de las administraciones a la hora de dar salida a estos productos”. “No tuvimos el suficiente apoyo para poder sostener estas líneas de inversión tras la pandemia, lo que llevó a cerrar buena parte de ellas o reconvertirlas de nuevo”, añade.

 

 

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La soledad del comercio

Mientras que los industriales del sector tuvieron un breve y a menudo ingrato protagonismo haciendo frente a la crisis de desabastecimiento, el comercio se sintió ignorado desde el principio. Eduardo Zamácola, presidente de Acotex, alzó la voz de alarma el 5 de junio de 2020, cuando alertó en una comparecencia en el Congreso de los Diputados de que, “o se toman medidas hiperdrásticas o va a ser una catástrofe”.

 

El presidente de la patronal del comercio textil tildó de “cachondeo” la regulación de las rebajas durante la desescalada y opinó que las limitaciones impuestas al comercio de moda (por ejemplo, con la obligación de higienizar la ropa tras su paso por los probadores) motivaron “la desconfianza de los clientes”.

 

“La apertura por fases y la comunicación ha sido desastrosa”, espetó Zamácola, que criticó con dureza el diferente trato entre los establecimientos de alimentación (donde se podía realizar compras con relativa normalidad incluso en el más estricto confinamiento) y los de ropa. “¿Por qué la ropa sí y en el súper, donde llevamos meses comprando, no? ¿Acaso la ropa contamina más?”, se cuestionó.

 

Las medidas reclamadas por el propio Zamácola y otros agentes del sector durante la crisis, como una exoneración de las rentas de alquileres de locales comerciales o una reducción del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA), quedaron desatendidas.

 

 

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La nueva articulación patronal

La “sopa de letras” patronal, una expresión que muchos empresarios usan en privado para referirse a la estructura asociativa del sector de la moda en España, tampoco ayudó a que el sector tuviera potencia negociadora ante las administraciones durante la crisis. A la disgregación de las patronales, una situación con raíces en la larga historia industrial, se suma una desvinculación del mundo asociativo de los grandes operadores del sector, empezando por Inditex y Mango.

 

En la moda en España, sostiene Javier Vello, socio de EY, “no hay una visión de colectivo, y eso para este tipo de situaciones ayuda poco”. “En cero coma las patronales de otros sectores se pusieron de acuerdo, pero aquí no había una patronal”, recuerda. Pasada la pandemia y articulados nuevos instrumentos de representación patronal en el sector, la situación continúa siendo parecida, a juicio de Vello.

 

 

La puesta en marcha de los Proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica (Perte) en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia impulsado por la Unión Europea reactivaron la ambición de cohesión entre el conjunto del sector. Motivado precisamente por algunos grandes operadores, el sector se articuló para optar a lo que pretendía ser un Perte de la industria de la moda en España.

 

En noviembre de 2021, el sector dio un paso histórico con la constitución de un nuevo vehículo, el Observatorio de textil, moda y calzado, a través del cual se pretendía impulsar el proyecto de transformación del sector con los fondos de la Unión Europea para la reconstrucción tras la crisis del Covid-19. El Observatorio cuenta como socios con las confederaciones patronales más importantes del sector productivo, el Consejo Intertextil Español (CIE) y Confederación ModaEspaña, que agrupan a su vez a más de una decena de entidades, y la hasta entonces inédita participación de Inditex, Mango y Tendam (el único grupo implicado hasta entonces con el tejido asociativo) como miembros de su consejo asesor.

 

La constitución del Observatorio era el punto de partida para la consecución de un Perte que debía articular la transformación de la industria textil en España con acciones en todos los eslabones de la cadena de valor, con especial énfasis en la sostenibilidad, pero que tenía como principal escollo la necesidad de coinversión por parte del tejido empresarial.

 

 

 

 

Las patronales impulsoras espiraban a que el Perte movilizara entre 11.000 millones y 12.000 millones de euros de los fondos Next Generation EU. Dos años después, descartado por parte del Gobierno un Perte propio para la moda, el acceso a los fondos NextGen se tuvo que vehicular a través de Pertes transversales, con magnitudes mucho más modestas que las que se planteaban en un inicio.

 

En febrero de 2024, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico aprobó las bases reguladoras para la concesión de subvenciones para el impulso de la economía circular en los sectores del textil y la moda, y del plástico por un importe de 195 millones de euros. La convocatoria para el sector textil, de la moda y el calzado preveía 97,5 millones de euros.

 

No obstante, la creación del Observatorio fue por si misma un hito para el sector. “Ahora estamos más organizados, tenemos la suficiente potencia como sector para que se nos escuche y canalizar las acciones de forma más rápida”, señala su segundo y actual presidente, Juan Parés. “El Covid nos dio a entender muchas cosas, que se lucha peor solo, pero después, la llegada de la sostenibilidad dentro del proyecto europeo, puso la guinda al pastel y ahondó todavía más en la necesidad de unirse”, agrega.

 

“Desde la pandemia -opina por su parte Olmos-, la industria textil ha avanzado significativamente en cohesión y capacidad de respuesta; toda la cadena de valor trabaja de manera coordinada para afrontar los retos que marca la Unión Europea, así como las dificultades derivadas de la actual situación geopolítica”.

 

“La experiencia adquirida ha sido determinante: el sector ha aprendido a reaccionar con rapidez y eficiencia ante escenarios de crisis y hoy la industria textil está mejor preparada para alzar una única voz y actuar con determinación si surge una nueva emergencia”, agrega.

 

 

 

 

Otro actor surgido tras la pandemia, en este caso con la ordenación de las relaciones laborales en el comercio como germen, ha sido la Asociación Retail Textil España (Arte), una entidad nacida en 2022 con la voluntad de lograr un convenio colectivo nacional para el comercio. Con miembros como Inditex, H&M, Mango, Tendam o Primark, Arte se ha convertido en la primera patronal que ha logrado reunir a los grandes nombres de la gran distribución de moda en España.

 

Ana López-Casero, su presidenta ejecutiva, señala que el sector está más preparado hoy para tener una voz en caso de una nueva crisis como la del Covid-19. “En los últimos años, el sector se ha unido para articular, a través de Arte y otras asociaciones como el Observatorio Textil y de la Moda o Re-viste, una representación más clara y efectiva ante la administración, los reguladores y la sociedad”, señala.

 

“Cinco años después del inicio de la crisis del Covid-19, el sector textil está mejor preparado, más organizado y con una mayor conciencia de su papel estratégico; aunque sigue enfrentando desafíos, la pandemia dejó un legado de innovación y aprendizaje que permitirá afrontar el futuro con mayor solidez y previsión”, añade.

 

Para Parés, las labores principales del nuevo tejido asociativo, marcado todavía por un bajo nivel de rodaje, son en primer lugar “transmitir a los legisladores qué es capaz de hacer el sector y a qué ritmo: la sostenibilidad es medioambiental, pero también social y económica, no hay sostenibilidad sin empresas”. En segundo lugar, “mostrar nuestra realidad, cuáles son los problemas concretos del sector (en la moda, por ejemplo, el control de fronteras o el etiquetado digital)” y, por último, una labor “comunicativa y de formación”.

 

Vello expone una visión más crítica sobre el avance de la moda como un negocio cohesionado. “Estamos lejos de ser un colectivo que defienda al sector en los temas fundamentales; por ejemplo, con la ley de las 37 horas de trabajo a la semana, ¿vamos a unirnos y a discutir juntos?”, apunta. “El problema -desarrolla Vello- es que hay dos campeones que culturalmente son un poco extraños, con un ADN cultural muy de cerrazón; cuando el líder así, es difícil que el sector se mueva de otra forma, ya que generan una taxonomía de sector complicada”.