China en la era de Xi Jinping
Enrique Fanjul, vicepresidente de Cátedra China, analiza los últimos cuarenta años de la política en el país asiático que se articula en dos ejes: liberalizar el sistema económico y abrirse al mercado exterior.
17 ene 2019 - 04:49
Se cumple en diciembre de 2018 el 40 aniversario del lanzamiento de la política de reforma y apertura al exterior en China. Se considera, efectivamente, que ésta fue aprobada en una reunión del Partido Comunista que se celebró en diciembre de 1978.
La nueva política supuso una transformación radical en la orientación de China. Durante las primeras décadas de la República Popular China, con Mao Tse-tung, la prioridad la habían tenido las cuestiones políticas, la lucha de clases, evitar la restauración del capitalismo.
A la muerte de Mao, se convirtió en dirigente supremo del país Deng Xiaoping. Pragmático, Deng comprende que China, a pesar de ser una potencia en términos políticos y militares, es un país atrasado desde el punto de vista económico y tecnológico, con cientos de millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza.
La nueva política de reforma se articula en torno a dos grandes ejes: liberalizar el sistema económico; potenciar las fuerzas del mercado y la propiedad privada y abrirse al exterior, al comercio, a las inversiones extranjeras.
“China se ha convertido en la segunda economía del mundo en tamaño, y las previsiones apuntan a que no tardará en convertirse en la primera”
La mayor revolución económica de la Historia
El resultado de la política de reforma puede ser considerado como la mayor revolución económica de la historia de la humanidad, en el sentido de que nunca un colectivo tan grande de población ha experimentado un cambio tan intenso en sus condiciones económicas de vida en un periodo de tiempo tan corto. China se ha convertido en la segunda economía del mundo en tamaño, y las previsiones apuntan a que no tardará en convertirse en la primera, superando a Estados Unidos. China es también el primer país exportador en el mundo, y el segundo importador.
Desde 2012 el nuevo hombre fuerte de China es Xi Jinping. Con él puede decirse que la China de la reforma ha entrado en una nueva etapa caracterizada, en el campo económico, por la consolidación de un cambio en el modelo productivo.
Durante las primeras décadas de la reforma, el impulso de la economía china se basó en las inversiones, las exportaciones, la industria, que convirtieron al país en la gran fábrica del mundo. Pero desde hace algunos años, se está perfilando un nuevo modelo económico, en el que el consumo, los servicios, se está convirtiendo en el motor clave de la economía.
Durante las primeras décadas de la reforma, el impulso de la economía china se basó en las inversiones, las exportaciones, la industria
Esta transformación se ve acompañada, por un lado, por un espectacular aumento en el nivel de vida de la población. La pobreza ha desaparecido de China. El país cuenta con amplias y crecientes capas de población con un alto poder adquisitivo.
Se estima que el consumo crecerá a una media de un 6% anual entre de 2016 y 2027. En este último año se calcula que las clases medias representen un 65% de los hogares, según el Foro Económico Mundial.
El aumento del nivel de vida ha convertido a China en uno de los principales mercados del mundo para productos de lujo. Según la consultora McKinsey, en 2008 los consumidores chinos representaban un 12% del mercado global de consumo de productos de lujo, un porcentaje que subirá hasta el 44% en 2025. Se calcula que en 2018 China ya se habrá convertido en el país con mayor número de millonarios del mundo.
“El aumento del nivel de vida ha convertido a China en uno de los principales mercados del mundo para productos de lujo”
Por otra parte, el ascenso económico de China se está traduciendo en su conversión en una de las potencias líderes del mundo en el campo tecnológico. China ya es líder mundial en comercio electrónico y utilización de Internet. Más de 700 millones de chinos son usuarios de Internet, según el Fondo Monetario Internacional (frente a 413 millones en la Unión Europea o 246 millones en Estados Unidos).
Particularmente destacado ha sido el crecimiento del ecommerce en China, en un plazo de tiempo muy breve. Según McKinsey, en 2016 China representó el 42,4% del consumo mundial canalizado a través de ecommerce.
Para el Gobierno chino la consolidación del país como una potencia tecnológica es uno de los objetivos clave cara al futuro. De hecho, diversos analistas indican que la raíz de fondo del enfrentamiento comercial entre China y Estados Unidos se encuentra en este tema. No se trataría, según estos planteamientos, de un problema por la existencia de un mayor o menor déficit comercial en Estados Unidos, o por la persistencia de barreras al acceso de empresas extranjeras en el mercado chino. El motivo de fondo del enfrentamiento radicaría en la intención de Estados Unidos de evitar que China la supere y se convierta en la primera potencia tecnológica del mundo.
“China ha demostrado que se puede compatibilizar un sistema político autoritario con una alta capacidad de innovación”
El ascenso tecnológico de China ha puesto en cuestión las teorías convencionales que apuntan a que los países con regímenes políticos autoritarios tienen serias limitaciones para progresar en su desarrollo económico y en la innovación. China ha demostrado que se puede compatibilizar un sistema político autoritario con una alta capacidad de innovación y crecimiento económico.
Una política exterior más asertiva
La segunda gran característica de la era de Xi Jinping sería la asunción por parte de China de una política exterior más asertiva, a través de la cual aspira a ejercer un papel determinante en la escena internacional.
Durante las primeras décadas de la etapa de la reforma, China mantuvo una política de perfil bajo. La prioridad fundamental era la modernización, el crecimiento económico. Se trataba de evitar conflictos exteriores que pusieran en peligro este objetivo prioritario.
“La segunda gran característica de la era de Xi Jinping sería la asunción por parte de China de una política exterior más asertiva”
Con Xi Jinping, China ha asumido una política exterior mucho más activa. Por poner un ejemplo significativo, por primera vez en su historia ha establecido una base militar en el extranjero (en Djibouti). Especialmente relevante ha sido la política china de reivindicar amplias zonas territoriales en el Mar del Sur de China en base a unos derechos históricos poco claros en la opinión de otros países de la zona. Las reivindicaciones chinas han llevado a un aumento apreciable de las tensiones en la zona, y constituyen sin duda uno de los principales riesgos de conflicto a los que se enfrenta el país.
Las nuevas ambiciones chinas de actuar como potencia global se han manifestado en la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda. El planteamiento inicial de este proyecto era construir un gran corredor económico euroasiático, mediante el desarrollo de infraestructuras, energía o transportes, en la zona que se extiende desde China hasta Europa. Pero la Ruta de la Seda ha ido adquiriendo un alcance geográfico cada vez mayor, abarcando en la actualidad África o Latinoamérica.
Por otro lado, frente a las tendencias liberalizadoras anteriores, con Xi Jinping se ha asistido a una clara involución en la política interna. Existía la creencia, entre numerosos analistas, de que el crecimiento económico terminaría llevando a China hacia una convergencia política con las potencias occidentales. Ello habría supuesto un progresivo avance en el grado de libertades y de democracia.
“Frente a las tendencias liberalizadoras anteriores, con Xi Jinping se ha asistido a una clara involución en la política interna”
En los últimos años, sin embargo, esta convergencia está lejos de producirse. Ha aumentado la persecución de los elementos que el régimen chino considera hostiles, sean estos políticos, religiosos o sindicales. China ha aumentado sus presiones y sus interferencias en Hong Kong, lo que ha generado inquietud en relación con el mantenimiento de la autonomía de este territorio.
En suma, la China de nuestros días es un país próspero, que se ha convertido en una de las primeras potencias económicas del mundo, y que aspira, con toda lógica, a ser también una potencia internacional desde el punto de vista geopolítico. A pesar de las divergencias que puedan existir sobre el sistema político, está en el interés del mundo y de la propia China encontrar un equilibrio que garantice la paz y la estabilidad.
Y cara al futuro, quién sabe: vivimos la era de Xi Jinping, pero tras ésta se abrirán sin duda nuevas etapas en China, que podrán suponer cambios significativos de tendencia respecto a las actuales.
Enrique Fanjul, vicepresidente de Cátedra China.