Un Mundo en Transformación: el nuevo tablero económico global
El negocio de la moda, uno de los más globales del mundo, se enfrenta a un entorno cambiante, con una economía en desaceleración y en la que el proteccionismo amenaza con marcar el desarrollo de las dos grandes economías mundiales.
8 ene 2019 - 04:54
El tablero de juego del negocio de la moda ha dado un vuelco. La herencia de una crisis, la inestabilidad, el auge de movimientos populistas, los intentos de dar marcha atrás a la globalización y la amenaza de ralentización de la economía global han hecho fracasar uno a uno casi todos los pronósticos. El mundo está en transformación, y la moda, como actor global, debe adaptarse y transformarse con él. Modaes.es recorrerá, a lo largo de una serie de reportajes, las claves del nuevo orden en los principales mercados para el sector y cómo este puede afectar a uno de los negocios más globalizados del planeta.
El tablero del mundo ha dado un vuelco. Hace veinte años, China era la séptima mayor economía mundial, el contexto pacífico post-Guerra Mundial se había instalado en Occidente y la globalización estaba en plena expansión. Veinte años después, todo ha cambiado: China e India han escalado al top five, las dos mayores potencias mundiales amenazan con revertir la globalización y doctrinas que se creían superadas han regresado a los discursos de los políticos.
La moda, uno de los sectores más globales del mundo, tiene que mover ficha en un tablero que nada tiene que ver con el que daban por hecho cuando muchas de las empresas de hoy comenzaron la partida, en el que la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad (VUCA, en sus siglas en inglés) marcan el zeitgeist, el signo de los tiempos.
El término VUCA fue acuñado en 1987 para describir la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad del mundo tras el final de la Guerra Fría, aunque no fue hasta ya entrado el siglo XXI cuando comenzó a utilizarse ampliamente fuera de los entornos militares.
Su uso más masivo coincidió con la aparición de otro concepto, los cisnes negros, que hace referencia a sucesos de gran impacto, pero impredecibles, que con el tiempo se racionalizan como si pudieran haber sido esperados.
Las grandes potencias han cambiado y la tendencia integradora ha dado paso a derivas proteccionistas
El siglo XXI empezó, de hecho, con dos cisnes negros: los atentados del 11 de septiembre y la crisis económica global, y la resaca de ambos continúan definiendo el escenario global de hoy.
Finalizada la crisis y la segunda guerra del Golfo, el mundo ha dado paso a un nuevo contexto, marcado por la irrupción de nuevos actores globales, el avance del populismo de derechas, las derivas proteccionistas de las dos grandes potencias, la amenaza del terrorismo islamista y la desaceleración económica.
Aunque Estados Unidos continúa siendo la primera potencia mundial, China le pisa los talones tras un acelerado plan de reconversión hacia una economía de consumo y de apertura al mundo, lo que supuso incluso su entrada en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el consecuente cambio en las redes globales de comercio.
Brasil y Rusia, que junto con China e India prometían ser los motores de crecimiento a principios de este siglo, se han tambaleado, y sólo India ha cumplido con las tasas de crecimiento que se esperaban.
Mientras, el modelo europeo, que parecía sólido veinte años atrás, está en duda, presionado por la crisis de los refugiados, el Brexit y el avance de movimientos antieuropeístas y populistas en sus principales potencias. La Unión Europea tiene ahora que probar si, como dijo uno de sus padres fundadores, Jean Monnet, “se forjará en las crisis”.
Mientras, el marco económico se enfrenta al final de un ciclo. A finales del año pasado, la Ocde aseguró que “el crecimiento mundial había tocado techo” y las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) pasan por que la subida del Producto Interior Bruto (PIB) global se sitúe en el 3,7% este año. La tasa es similar a la de años anteriores, pero los motores han cambiado.
La entidad, que alerta en su informe de los riesgos de la guerra comercial en el crecimiento global, anticipa un avance de sólo el 2,13% para las economías avanzadas, frente al 2,36% previsto para 2018 y el 2,34% de 2017. ¿El motivo? La evolución de Estados Unidos y la zona euro.
El peso caerá, de nuevo, en las emergentes, que se prevé que mantengan la tasa del 4,7% en 2019, la misma que registraron los dos años anteriores. Con todo, uno de los motores de la expansión de este grupo de países, China, seguirá desacelerando, mientras que India avanzará hasta convertirse este año en la quinta mayor potencia mundial, superando a Reino Unido.
Las cinco economías avanzadas que más crecerán en 2019 serán Macao, Malta, Chipre, Eslovaquia e Irlanda, con alzas que oscilan entre el 4% y el 6%. Estados Unidos, en cambio, moderará su ascenso hasta el 2,5%, cuatro décimas por debajo que en 2018, debido en parte al fin de los efectos de la reforma fiscal impulsada por Donald Trump.
La zona euro, por su parte, desacelerará hasta el 1,9%, una décima por debajo que en 2019 y, mientras Alemania y Francia mantendrán sus tasas de crecimiento, Italia y España desacelerarán dos y cinco décimas, respectivamente.
En cuanto a las economías emergentes, las mejores perspectivas en cuanto a crecimiento son para Yemen, donde se estima un alza del 14,7%. El país, inmerso en una grave crisis humanitaria por la guerra civil, verá su economía relativamente aupada gracias al aumento del precio del petróleo.
Libia, República Dominicana, Etiopía y Ruanda completan el top five, con ascensos que sólo en el primer caso superan el doble dígito. India se sitúa en el puesto número siete, con un ascenso del 7,4%, mientras que China cae hasta el 22, con una subida del 6,2%, por debajo del 6,6% de 2018 y del 6,9% de 2017.
El comercio mundial, por su parte, también desacelerará. En septiembre, la OMC rebajó sus previsiones de crecimiento hasta el 3,7% para 2019, dos décimas por debajo del dato de 2018. La organización, que prevé un crecimiento del a economía de sólo el 2,9%, subraya en su informe que el endurecimiento de las políticas monetarias y la cristalización de las amenazas proteccionistas han lastrado la previsión.
“Si bien el crecimiento del comercio continúa siendo sólido, esta rebaja de las perspectivas refleja el aumento de las tensiones que se están produciendo entre socios comerciales importantes”, aseguró el director general de la OMC, Roberto Azevêdo. “Ahora más que nunca, es vital que los gobiernos diriman sus diferencias y muestren moderación”, aseguró.
Un ejercicio clave
En este contexto, este ejercicio será clave en varios frentes. Por un lado, en la guerra comercial: Trump y Xi JInping se han dado noventa días, a contar desde el pasado 1 de enero, para llegar a un acuerdo, y esta semana tendrá lugar la primera reunión. Mientras tanto, esta batalla, aún durante la tregua, está impactando ya en la evolución económica de las dos grandes potencias: el PMI manufacturero chino cerró diciembre por debajo de los cincuenta puntos por primera vez y la bolsa de Shanghái sufrió un grave correctivo durante el ejercicio.
El PIB de Estados Unidos, por su parte, ya ha comenzado a desacelerar, una vez pasados los efectos de la reforma fiscal de Trump, con un alza del 3,5% en el tercer trimestre, frente al 4,2% del segundo.
Con este escenario, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, admitió la semana pasada que sus planes de seguir los tipos de interés podrían verse trastocados si la economía se enfría. En cambio, en Europa, donde los tipos se han mantenido al mismo precio desde la crisis, la era del dinero barato podría llegar pronto a su fin. Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE) ha cortado ya el programa de quantitative easing y ha asegurado que los tipos no se subirán “al menos hasta otoño” de este año.
En paralelo, el 29 de marzo se hará efectivo el Brexit, y el acuerdo entre Londres y Bruselas todavía no está cerrado, más allá de un pacto de mínimos. Theresa May llevará este borrador al Parlamento en enero, pero sus apoyos son escasos. Europa se enfrenta, además, a elecciones parlamentarias este año, lo que supondrá una prueba de fuego para los movimientos populistas en el continente.
Las tensiones en mercados emergentes como Brasil, tras la elección de Jair Bolsonaro; Rusia o Turquía, junto con la continuada amenaza terrorista en Europa y la crisis de los refugiados marcarán de nuevo la agenda en un ejercicio en el que son muchos los países con su futuro en juego.