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Revista Modaes Especial número 51

Nextil, el industrial catalán que soñó con ser grande

La empresa comenzó en los 2000 un proceso de internacionalización, amparada por el fin del Acuerdo Multifibras, que supuso la liberación del comercio textil mundial. Un gigante catalán que soñó con ser grande y se hundió.

Nextil, el industrial catalán que soñó con ser grande
Nextil, el industrial catalán que soñó con ser grande
En España, la presencia de la empresa ha pasado por diferentes etapas.

Celia Oliveras

19 jul 2024 - 05:00

Nueva Expresión Textil (Nextil) nació hace 70 años en el núcleo textil catalán. La empresa comenzó en los 2000 un proceso de internacionalización, amparada por el fin del Acuerdo Multifibras, que supuso la liberación del comercio textil mundial. La historia de Nextil es la de un gigante catalán que soñó con ser grande, pero se hundió por su propio tamaño e incapacidad para competir en precio con los grandes productores asiáticos.

 

 

Revista Modaes

Especial número 51

 

 

L’hereu catalán

El grupo industrial conocido hoy en día como Nueva Expresión Textil (Nextil) nació inicialmente en El Masnou, pocos kilómetros al norte de Barcelona. Sus orígenes se remontan a 1954, cuando Josep Domènech Giménez, hijo único y empresario de la zona, heredó el negocio familiar de sus padres. Bajo el nombre de Dogi (Domènech-Giménez), Domènech comenzó a impulsar la empresa, especializada en la fabricación de tejido elástico. Dogi, que cotizaba en Bolsa, mantuvo la dirección familiar hasta 2007, su sede en el Masnou hasta 2017 y Domènech actuó como presidente de la misma hasta la venta de la compañía a un fondo inversor.

 

Sujetadores y bañadores

A pesar de la larga historia de Nextil, que ha cambiado de dueños, nombre y localización en varias ocasiones, la constante de la compañía ha sido siempre la fabricación de tejido de punto elástico para íntimo y baño. A través de este material, las fábricas de primero Dogi y luego Nextil han estado presentes en todo el mundo, desde Europa, Asia y América. El grupo se especializó desde sus inicios en la fabricación para clientes externos, que confeccionaban sus colecciones con el tejido de Dogi. Su proceso industrial abarca desde la creación, tintado y confección de la tela, así como las operaciones logísticas relacionadas con el envío.

 

Asia, al acecho

La aparición del continente asiático, y China especialmente, en el panorama internacional como el gran gigante productor obligó a las empresas europeas a expandir sus procesos en el continente, donde los costes de producción eran más baratos, para competir en precio. En medio de esta debacle se encontró Dogi, que a partir del año 2000 comenzó su internacionalización a golpe de compras. En aquella época, la compañía catalana llegó a tener fábricas en México, Estados Unidos, Alemania, China, Tailandia, Filipinas y Sri Lanka, además de sus plantas en Cataluña. El coste de esta expansión internacional fue el inicio del fin de la compañía.

 

Apuntar demasiado alto

El coste de esta internacionalización, sin embargo, fue demasiado elevado para la compañía, lo que complicó la situación financiera del gigante. En 2001, tras la adquisición de varias fábricas de Sara Lee, Dogi se vió obligada a realizar dos ampliaciones de capital que no remontó hasta una emisión de deuda cinco años más tarde. En 2007 y 2008 la compañía volvió a ampliar capital para construir nuevas fábricas en Asia, donde derivó la mayor parte de su actividad. La sobreproducción, la elevada deuda y los continuos números rojos de la compañía fueron el mix que terminó por arrastrar a Dogi a entrar en concurso en 2009.

 

Adiós al brazo productivo en España

En España, la presencia de la empresa ha pasado por diferentes etapas. Los procesos de internacionalización trajeron consigo consecuencias en la planta española, todavía ubicada en El Masnou. En 2007, coincidiendo con el aumento de su producción en Asia, la empresa llevó a cabo dos expedientes de regulación de empleo que redujeron la plantilla a 343 empleados, frente a los 586 trabajadores que tenía entonces. En 2011, la compañía, que ya había cambiado de manos y pasaba a estar manejada por el fondo de inversión Sherpa Capital, volvió a reducir su plantilla hasta los 153 trabajadores en España. La planta cerró definitivamente en 2022.

 

Nuevo timón

Tras adquirir la totalidad de la empresa en 2014, Sherpa Capital se marcó el objetivo de alcanzar una facturación de 200 millones de euros para 2020. A pesar de que el fondo consiguió sanear el balance de la empresa, el objetivo no llegó nunca a cumplirse. En el último ejercicio de Nextil en manos de Sherpa Capital, el grupo facturó 39,1 millones de euros hasta el tercer trimestre, un 12,9% menos que el mismo periodo del año anterior. En noviembre de 2022, el fondo traspasó Nextil a un pool de inversores, que ya estaban presentes en el capital a través de Sherpa, pero que pasaron a ostentar su participación directamente.

 

De camino a la profesionalización

En 2007, el director de operaciones internacionales, Pancho Schröeder, responsable de muchas de las decisiones estratégicas, dejó la compañía. Su hermano, Karel Schröeder, se convirtió en el consejero delegado: fue la primera vez que Dogi dejó de estar dirigida por la familia Domènech. En 2011, la empresa dió entrada en su capital al fondo inversor Sherpa Capital para hacer frente a los malos resultados. Tres años después, el fondo acabaría por hacerse con la totalidad de la compañía. En las manos de Sherpa, la empresa se convirtió oficialmente en Nextil, un hólding empresarial en el que Dogi se diluyó como una marca más.

 

Saltos dentro y fuera del parqué

El grupo Dogi salió a Bolsa por primera vez en 1998, casi medio siglo después de su fundación. La empresa familiar cotizó en el parqué de manera ininterrumpida hasta que entró a concurso de acreedores en 2009, lo que supuso la congelación de su cotización. Dogi consiguió superar el concurso bajo la dirección de Ignasi Mestre, a través de un préstamo del Instituto Catalán de Finanzas y la venta de sus filiales en Sri Lanka y Tailandia. En 2014, tras la adquisición por parte de Sherpa Capital, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (Cnmv) levantó la suspensión cautelar impuesta sobre sus acciones y el grupo industrial volvió a cotizar en Bolsa.

 

Estructura actual

La transformación de Dogi a Nextil supuso también la integración de la compañía catalana en un hólding que cuenta actualmente con trece empresas. El conglomerado actual agrupa, además de Dogi, a empresas como  Sici93, Ritex o Elastic Fabrics of America (EFA).  En abril, Nextil incorporó a César Revenga, proveniente de la española de telecomunicaciones Ezentis, como consejero delegado. Actualmente el grupo posee ocho centros de producción propios distribuidos en Portugal, Estados Unidos y Guatemala, y vende en otros 23 mercados, en los que acumula hasta 160 clientes. La plantilla actual de la compañía está compuesta por 345 empleados.

 

La lenta vuelta al negro

El grupo industrial ha vuelto a la senda del crecimiento. En 2023, Nextil consiguió reducir sus pérdidas un 36,4%, hasta registrar números rojos de nueve millones de euros. Las ventas de la compañía alcanzaron 38,9 millones de euros, un 21% menos que el año anterior. El negocio del grupo en Portugal aportó 25,6 millones de euros, mientras que la filial estadounidense facturó 13,6 millones de euros. Nextil está actualmente inmersa en una reestructuración del negocio que le ha llevado a vender todas sus instalaciones en Estados Unidos y dos de sus sociedades europeas, con el objetivo de deshacerse de las partes del negocio “menos productivas”.