Supreme: ‘el Chanel del streetwear’ que subió al podio de los unicornios
James Jebbia fundó Supreme en 1994 y, en poco más de dos décadas, ha configurado una enseña valorada en 1.100 millones de dólares (937,4 millones de euros) gracias al fervor que despierta entre el público millennial y colaboraciones con grupos de lujo como Louis Vuitton.
10 oct 2017 - 04:45
Supreme, el estandarte del streetwear que sedujo al capital riesgo. Gracias a una distribución muy selectiva y un uso intensivo de las redes sociales y el hype, la compañía estadounidense de moda skate ha conseguido seducir al escurridizo público millennial. Tras la apertura de su capital a un socio externo, Supreme emprende ahora su mayor reto: crecer globalmente sin perder su esencia de nicho.
Dos décadas después de su fundación, la compañía neoyorkina de moda urbana y de skate ha conseguido despertar el interés de Carlyle, uno de los mayores gestores de fondos del mundo. El fondo se hizo el pasado viernes con una participación minoritaria en la empresa, valorando la compañía en unos 1.100 millones de dólares (937,4 millones de euros), convirtiendo a la empresa en un unicorno.
El término unicornio, aplicado sobre todo a las empresas de tecnología, fue acuñado en 2013 por Aileen Lee, fundadora de Cowboy Ventures. El vocablo hace referencia a las compañías que alcanzan una valoración superior a los mil millones de dólares en alguna de las etapas de su proceso de capitalización, pese a ofrecer flujos de caja negativos.
La entrada de Carlyle en Supreme marca un hito, al tratarse de la primera vez que un fondo de gran envergadura invierte en una compañía de este ámbito. La operación supone la guinda del pastel al auge que ha experimentado la moda urbana y deportiva en los últimos años, cuya influencia se ha trasladado incluso a las colecciones de los principales grupos de lujo del mundo.
Para parte del gran público, Supreme es una gran desconocida. La empresa estadounidense, nacida al calor de los movimientos contraculturales que aún pervivían en la Nueva York de principios de los noventa, ha mantenido un perfil bajo a lo largo de su trayectoria. El recorrido de la marca hasta ahora se caracterizado por una distribución muy limitada, que hace que sus artículos se agoten en cuestión de horas, y una comunicación de perfil bajo, centrada en sus propios canales de redes sociales, el boca a boca entre sus compradores y las colaboraciones con otras marcas más conocidas, un pilar clave de su popularidad.
Supreme distribuye sus colecciones a través de su plataforma de ecommerce y sus once tiendas propias en todo el mundo
Esta estrategia, más propia del lujo que del streetwear, han convertido a Supreme en la punta de lanza de un fenómeno de mayor calado: el aumento de la exclusividad en el sector de la moda urbana. Con precios medios de cien euros por una camiseta o una gorra, las etiquetas se suelen disparar en el mercado de segunda mano, donde los consumidores están dispuestos a pagar el triple por sus artículos.
Supreme nació en 1994 de la mano de James Jebbia, que puso en marcha un pequeño establecimiento en la Lafayette Street del distrito neoyorkino de Manhattan. De origen británico, el emprendedor se mudó a la Gran Manzana a principios de los años ochenta, donde inició su carrera en moda trabajando en la tienda de moda Parachute, ubicada en el Soho.
Su primera aventura empresarial fue Union NYC, un establecimiento que abrió sus puertas en 1989 y vendía un surtido de marca que mezclaba varias marcas británicas de moda. Un par de años más tarde, en 1991, Jebbia empezó a colaborar de manera asidua con el retailer Shawn Stüssy, cuya marca propia también es una de las más populares a escala global dentro de la escena streetwear.
Supreme ha conseguido fama mundial gracias a sus colaboraciones con grupos como Nike, Levi’s, Timberland, Comme des Garçons y Louis Vuitton
Con los años, la tienda de Jebbia en Manhattan se convirtió en el epicentro de la escena skate local, atrayendo no sólo a los fans del monopatín, sino también a miembros de la comunidad punk y del hip-hop. En la actualidad, Supreme opera con sólo once tiendas propias en todo el mundo, ubicadas en grandes ciudades como Los Ángeles, Londres, París y Tokio.
Supreme vende sus colecciones a través de plataformas de ecommerce en Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania. En el canal multimarca, la compañía solamente distribuye sus colecciones a través de los multimarca Dover Street Marker y Stadium Goods.
De edición limitada en edición limitada
La fama de Supreme entre el público millennial ha crecido gracias en parte a las numerosas colaboraciones que la empresa ha realizado a lo largo de los años con artistas como Damien Hirst, Takashi Murakami y Richard Prince. La compañía también se alió en el pasado con bandas musicales como The Clash y The Misfits.
Supreme también ha realizado numerosas colecciones cápsula con gigantes de la moda deportiva y urbana a escala global como Fila, Nike, The North Face, Hanes, Levi’s, Lacoste, Timberland, Schott NYC y Champion. En los últimos años, la compañía también ha ganado popularidad como colaborador en el sector del lujo, aliándose con Comme des Garçons, Stone Island y Aquascutum. Una de sus últimas alianzas fue con Louis Vuitton, la enseña propiedad del conglomerado francés LVMH. Las prendas y complementos de la colección, que entremezclaban el logotipo de ambas marcas, se mostraron en el desfile que la compañía celebró el pasado enero en la semana de la moda de París.
Ahora, la compañía prevé acelerar su expansión internacional y explotar todo su potencial de crecimiento. Sin embargo, el futuro también plantea desafíos. La empresa deberá armonizar su mayor presencia en todo el mundo con el elemento de exclusividad y carácter underground que ha marcado su estrategia de distribución de las últimas dos décadas. Muchos de sus fans más acérrimos recriminaron a Supreme el haberse vendido al establishment de la industria de la moda a raíz de su alianza con Louis Vuitton.
Carlyle, el rey del ‘private equity’
Carlyle es uno de los mayores gestores de capital riesgo del mundo. El titán del capital riesgo cuenta más de 160.000 millones de dólares en activos, 287 vehículos de inversión y 31 oficinas en cinco continentes. Carlyle comenzó a interesarse por el sector de la moda en 2008, cuando se hizo con el 48% de la italiana Moncler a través de su fondo Carlyle Europe Partners III.
A lo largo de los últimos años, el fondo ha aumentado su cartera de activos en moda. En 2012, Carlyle se hizo con el 70% de la también italiana Twin-Set y, tres años después, tomó el control del grupo. El grupo inversor es también propietario en la actualidad de la holandesa Hunkemoller, especializada en moda íntima, y de Golden Goose.