Entorno

¿Peligra el ‘Made in France’? Precios, aranceles y ley ‘anti Shein’ sobrevuelan al sector

La industria textil francesa se enfrenta al desafío de preservar su volumen de producción y savoir-faire, con los cambios macroeconómicos y geopolíticos como telón de fondo y los hábitos cambiantes de los consumidores presionando.

¿Peligra el ‘Made in France’? Precios, aranceles y ley ‘anti Shein’ sobrevuelan al sector
¿Peligra el ‘Made in France’? Precios, aranceles y ley ‘anti Shein’ sobrevuelan al sector

Triana Alonso

3 abr 2025 - 10:15

La industria textil francesa navega, actualmente, en aguas turbulentas. Una agitación provocada por factores tan diversos como la bajada del consumo, la incertidumbre ante los aranceles del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, o las aplicaciones de la ley proteccionista contra el fast fashion, que ponen en riesgo el histórico desafío de preservar la industria y su savoir-faire. ¿Está en peligro el Made in France? Ayer, un conjunto de empresarios, profesionales y expertos se reunieron en el Carreau du Temple a petición del organizador ferial Première Vision, que impulsa esta semana el salón Made in France PV.

 

“El consumo está cambiando, los consumidores se interesan especialmente por los precios reducidos y las rebajas, ahorran cada vez más y se orientan hacia la segunda mano”, analiza Nathalie Ruelle, profesora de la escuela Institut Français de la Mode. “Pese a la relevancia del precio de cara a la decisión de compra, los estudios demuestran que un 15% de los franceses están dispuestos a comprar más caro”, continúa con optimismo, subrayando la necesidad de aportar razones que justifiquen la inversión extra por parte del cliente. Más aún, ante un desafiante contexto industrial afectado por “la incertidumbre alrededor de los anuncios de aranceles de Trump”.

 

El precio es, también, uno de los principales factores subrayados por Léa Marie, cofundadora de Bonne Nouvelle y directora general de la empresa de moda íntima masculina Le Slip Français, la cual produce en su mercado local desde hace catorce años. “En 2022 y 2023, nos enfrentamos a un decrecimiento importante”, reconoce la dirigente, explicando la estrategia de la empresa de reducir sus precios a la mitad “como forma de preservar la industria productora”. Y continúa, sobre su caso, no exento de críticas por parte de ciertos fabricantes: “Haciendo pedidos mucho más grandes, hemos conseguido reducir precios, masificando el compromiso sin reducir la calidad”.

 

 

 

 

La empresa, que acaba de dar el salto a la gran distribución de la mano de Carrefour y pronto se aliará con los supermercados Intermarché, asume sin remordimientos que “aumentar el volumen protege la industria productiva”. Enfrentada a un sector francés “copado por la fabricación de firmas de lujo que trabajan con otros ritmos”, Le Slip Français recientemente puso en marcha sus propios talleres para controlar ellos mismos una parte de la producción.

 

A día de hoy, la compañía factura 20 millones de euros anuales. “Como empresas francesas, tenemos que dejar de pedir ayudas y luchar por proponer buenos productos, con calidad y precios competitivos”, apostilla el fundador de la empresa, Guillaume Gibault.

 

Justamente con el objetivo de proteger a los consumidores y empresas nacionales, el gobierno francés ultima una legislación contra el fast fashion, que debería ser validada por el Senado antes de mediados de junio. “Shein y el ultra fast fashion son el claro objetivo de la ley, decimos no a las tendencias ultra efímeras”, defiende Sylvie Vente-Le-Hir, senadora impulsora de la proposición de ley. “No queremos que otras grandes empresas francesas de lino y lana se vean afectadas por un score negativo ante las dificultades de reciclaje de ambos materiales”, argumenta, defendiendo la legislación ante los temores de penalización de ciertos segmentos del sector y lamentando el retraso en la aplicación de la ley “a causa del contexto político”. Asimismo, la senadora insiste en la importancia de la legislación para que líderes de opinión como los influencers “estén controlados” y no puedan promocionar productos fast fashion llevados al extremo.

 

 

salon made in france pv2 980

 

Voces contrarias se hacen presentes ante el dedo acusador únicamente dirigido hacia los asiáticos Shein y Temu. “No son los únicos problemas de nuestra industria, hemos de ser críticos con lo que hacemos también en Francia”, reflexiona un diseñador especialista en denim que ha trabajado en la histórica Marithé + François Girbaud, señalando la “aberración” de que ciertas firmas francesas de lujo comercialicen diseños de “100% poliéster a precios muy elevados”.

 

Otros, sin embargo, apelan a la diplomacia en la industria y las sinergias entre el lujo y la gama media, suficientemente afectada por los cierres y ceses que afectan con dureza al sector. Jacques Martin Lalande, presidente de moda de la asociación Grand Ouest, Les Ateliers FIM, asegura que el crecimiento de la industria del lujo tras la pandemia se tradujo en un aumento del 30% de la producción de los talleres, multiplicando por dos la cantidad de aprendices en solo dos años. “Gracias al lujo, hemos vivido un periodo de euforia que, a finales de 2024, ha parado, - argumenta el dirigente-. Estamos en una fase de estancamiento de entre el 0 y el -10%”.

 

 

 

 

A pesar de las horas bajas del sector de la alta gama, o al menos, algo menos boyantes que hace unos años; el presidente de Grand Ouest agradece la evolución del ecosistema industrial francés, motivado por la compra de talleres o inversiones en la producción por parte de maisons de lujo. “Si estas firmas deciden comprometerse y financiar el made in France, significa que tenemos mucho valor, por lo que la producción francesa ha de ser resiliente ante el crecimiento del lujo”, estima.

 

Para Lalande, es igualmente fundamental preservar la red de escuelas y aprendices de cara al largo plazo, como forma de “estar listos para arrancar de nuevo cuando sea el momento”. Uno de los riesgos tiene que ver con la competencia de los vecinos italianos, que “también están bien vistos internacionalmente, pero son un 30% más baratos, lo que propone mejores márgenes a las empresas”.

Frente a los italianos, proponemos una industria mucho más transparente donde la trazabilidad es un hecho; en Francia, algunas problemáticas experimentadas por la industria italiana nunca serían posibles”, defiende, por su parte, Pierre-François Le Louët, presidente de NellyRodi y copresidente de la Union Française des Industries Mode-Habillement.

 

Para el experto de larga trayectoria en las federaciones francesas, las fábricas que han sido impulsadas por los resultados y la entrada en su capital de actores del lujo disfrutan de “la aceleración e impulso de la innovación”, con la consecuente mejora del empleo y los salarios. “Las empresas de lujo siempre se habían alejado del posicionamiento industrial debido a cuestiones de comunicación y a las dificultades técnicas del sistema de producción”, recuerda, celebrando la implicación con el sector de firmas como Chanel, Hermès o Louis Vuitton.

 

 

 

 

 “Las dinámicas a las que se enfrenta la gama media son totalmente diferentes, mucho más impactada por la inflación”, añade Le Louët, subrayando, de nuevo, la relevancia del tema del que todo el mundo habla en la feria: la nueva ley. “Es un paso tremendamente necesario, la dimensión social del Made in France que defiende es imprescindible”, asegura, concluyendo que “no podemos comprar un vestido al precio de un croissant”.

 

Por su parte, la ex directora creativa de Leonard, Christine Phung, comenta la “importancia del savoir-faire pero también del faire-savoir”, subrayando la necesidad de comunicar de forma pedagógica sobre el valor de la industria y sus procesos. Y añade: “Las marcas deben tener posicionamientos fuertes, la etiqueta Made in France no es la única garantía de éxito”.

 

Una idea con la que también está de acuerdo Arnaud Perrier-Gustin, director general de la marca Blanc Bonnet. “El problema es que tenemos que llegar también a los grandes medios de masas como la televisión y la radio, ya que el digital está saturado y todos estamos ahí presentes compitiendo”, afirma, subrayando las dificultades de desmarcarse en el canal online. “El comercio de proximidad, tradicionalmente, apoyaba a dar a conocer marcas”, asegura, lamentando la desaparición progresiva de la red comercial francesa. Sin ir más lejos, Blanc Bonnet ha reducido en cien puntos de venta su presencia física en Francia en los últimos doce meses.

 

“Los emprendedores nos enfrentamos a problemas constantemente”, relativiza Ludovic Sansom, presidente y director general de Lafrancaise, una empresa industrial que ha desarrollado la venta directa a lo largo de sus cien años de historia. “Al fabricar en Francia, no podemos competir en precio y el gran peligro tiene que ver con los cambios de hábito de consumo y la dificultad de contratar”, reconoce, admitiendo que, en su experiencia, “los jóvenes no conocen ni se interesan por el oficio, lo que amenaza su continuidad”.

 

Finalmente, Serge Haouzi, director artístico de Teinture de France, los talleres de savoir-faire que engloban teñido, bordado y otras prácticas y colaboran principalmente con el lujo, ha defendido que “la tradición ha de ser impulsada mediante la tecnología”. Para el creativo y emprendedor, el Made in France es “una etiqueta” y el desafío principal de la industria consiste en “proteger el savoir-faire, defenderlo y formar a las nuevas generaciones para que sobreviva”.