4 abr 2025
Poco hay que añadir a todo lo que se viene exponiendo sobre las medidas arancelarias anunciadas por el nuevo gobierno de Estados Unidos desde, incluso, su reciente campaña electoral. Si nos atenemos a los potenciales efectos económicos expuestos, una y otra vez, por una mayoría de expertos en medios de comunicación generalistas y económicos, tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo, esa guerra comercial abierta va a generar importantes consecuencias. El impacto se verá, por un lado, sobre las divisas, la inflación, el comercio mundial, el crecimiento económico y cadenas de suministro globales y, por otro, sobre la geopolítica, la geoeconomía y un orden, al menos establecido aparentemente, basado en reglas.
Las exportaciones de textiles y moda desde España se centran en su mayor parte en Europa si bien, Estados Unidos es un mercado creciente para las mismas. Y, en cualquier caso, no significa que todas las mercancías que entren en Estados Unidos vayan a estar sujetas al mismo gravamen del 20% que, en principio, se anuncia para los bienes comunitarios. La moda, por ejemplo, forma parte de cadenas de valor globales enormemente complejas entre países que van a quedar sometidos a gravámenes distintos. España, además de un centro fabril europeo de cierta importancia en textil, calzado y confección, es también un importantísimo hub de moda en diseño, logística y distribución internacional.
No cabe duda de que una de las consecuencias prácticas que esa política arancelaria específica por países (y sus potenciales contramedidas) puede traer es la de acelerar la reconfiguración de algunas cadenas de valor de la moda para reducir al máximo el impacto de los aranceles. Estados Unidos sigue siendo un gran consumidor. Por lo que las empresas de moda (también las norteamericanas) van a involucrarse en esos procesos de forma decidida reforzando la gestión de riesgos. Sus impactos están por ver. Aunque todo puede cambiar, entre los países menos afectados por los nuevos aranceles se encuentran la mayor parte de los países de Latinoamérica, al igual que otros países de proximidad a Europa como Marruecos, Turquía o Egipto, con una tasa general del 10%, mientras prosiguen las negociaciones con Canadá y México amparados por el T-MEC.
Una de las consecuencias de la guerra arancelaria puede pasar por la reconfiguración de las cadenas de valor de la moda
Las consecuencias en el medio y largo plazo de este movimiento tectónico, y no sólo en la moda, dependerán mucho más, sin embargo, de cómo responda finalmente Asia Pacífico ante este nuevo escenario. Las respuestas de India (26%) y de China (34% y 20%), así como de sus áreas de influencia más próximas de Indonesia (32%), Bangladesh (37%), Vietnam (46%) o Camboya (49%), serán determinantes en los procesos de reconfiguración de las cadenas de valor. Si bien, por otra parte, parece difícil pensar en una respuesta monolítica ante este desafío, pues no es previsible que algunas de las principales potencias económicas asiáticas tales como Japón (24%), Corea del Sur (25%) o Taiwán (32%) respondan a los aranceles con amplias contramedidas sino, más bien, que traten de renegociarlas por su dependencia militar de Estados Unidos ante el creciente poderío chino. Es mucho más posible que busquen mercados alternativos para sus productos.
No me cabe tampoco la menor duda que la Unión Europea va a tratar también de renegociar el 20% de arancel general. Por un lado, la balanza conjunta tanto de bienes como servicios sólo representa para Estados Unidos un “déficit ajustado” (aunque los automóviles europeos están ciertamente en la diana de Trump desde hace meses). Y, por otra parte, la inversión de las empresas norteamericanas en Europa y las europeas en Estados Unidos es muy intensa. Por último, existen razones de seguridad esenciales en el marco de la OTAN que son difíciles de obviar.
Y, mientras renegociamos, haríamos bien en “mirarnos de puertas adentro sin estridencias” para incrementar la eficiencia económica europea armonizando mercados, resolviendo los cuellos de botella en las interconexiones en energía, infraestructuras y telecomunicaciones y promoviendo reformas estructurales tanto a nivel europeo como en sus Estados miembro para fomentar la innovación, el crecimiento empresarial -especialmente de las PYMES familiares que, en nuestra Industria, son más del 95%- y unificando los mercados de capitales para financiar industrias, tecnologías disruptivas y emprendimiento innovador además de, por supuesto, reforzar acuerdos comerciales internacionales.

José Monzonís
José Monzonís es Ingeniero Industrial por la Universidad Politécnica de Valencia, con formación de postgrado en Dirección de Empresas por la Escuela de Negocios Luis Vives; en Administración de Empresas (EX-MBA) y Finanzas Estructuradas por el Instituto de Empresa (IE), y en Consejos de Administración y Buen Gobierno por el Instituto de Gobernanza Empresarial.
Con más de 30 años de experiencia en compañías multinacionales de la Industria Petroquímica, Ingeniería y Energía (EE.RR.); en la administración -en áreas de energía, industria y tecnología- y sus corporaciones públicas -en financiación, infraestructuras y gestión del agua- y, más recientemente, en diversas organizaciones empresariales de la moda, textiles y el hábitat.
En la actualidad es director general Cmcorporativo del Observatorio del Sector Textil y Moda constituido en noviembre de 2021 por Confederación Moda España y el Consejo Intertextil Español.
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