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De cardados a descabezados: maniquís, la ‘cara visible’ del ‘visual’

La historia de los maniquís se remonta al antiguo Egipto, pero no fue hasta la Revolución Industrial que encontraron el hueco que hoy ocupan en los escaparates.

Iria P. Gestal

30 jun 2017 - 00:00

De cardados a descabezados: maniquís, la ‘cara visible’ del ‘visual’

 

 

Bustos, maquillados, de cuerpo completo. Los maniquís son uno de los protagonistas más visibles del visual merchandising y, desde su creación, en el Antiguo Egipto, han evolucionado a la par que las tendencias de moda, las innovaciones y los hábitos de consumo.

 

El primer maniquí del que se tiene constancia data de 1.350 antes de Cristo y corresponde a Tutankamón. Como los sastres del Antiguo Egipto no podían tocar el sagrado cuerpo del faraón, diseñaron una imitación elaborado con madera policromada, con el rostro del rey y un busto sin brazos ni piernas.

 

No fue hasta el siglo XVIII (siglos antes de que se descubriera el busto de Tutankamón) cuando comenzaron a desarrollarse los maniquíes como hoy se conocen.

 

En sus inicios, estaban destinados a las escuelas francesas de costura y se elaboraban con mimbre, madera y papel maché. Con la revolución industrial, el nacimiento del vidrio plano y la electricidad llegó también la que hoy es la casa habitual de los maniquís: los escaparates.

 

 

 

 

Este nuevo elemento provocó el nacimiento de los maniquís de cuerpo completo, que se elaboraban de cera y madera, en ocasiones con ojos de cristal. Los pies eran de hierro y las extremidades de madera, lo que elevaba su peso hasta los 130 kilos.

 

Este hándicap, sumado a que eran difíciles de limpiar y envejecían rápidamente, no impidió que se mantuviesen hasta después de la Primera Guerra Mundial, cuando la escasez de materiales supuso una nueva revolución para el sector.

 

Se recortaron brazos, cabeza y piernas y se comenzaron a introducir nuevos materiales como el plástico, el cartón piedra y el papel maché, a imagen de los maniquís de sastre. Estas innovaciones, pilotadas por las compañías francesas Siegel y Stockman, redujeron el peso y mejoraron la resistencia de las figuras, aunque también las encarecieron.

 

 

 

 

Pese a algunos experimentos con escayola, plástico o poliéster, en la década de los cincuenta se recuperó el papel marché, pero a base de celulosa, y las manos pasaron a realizarse con látex y, más tarde ,vinilo. Hoy, lo más habitual es que se elaboren en fibra de vidrio o pvc acrílico. 

 

A medida que los materiales permitían dotar a los maniquís de un mayor realismo, también fue transformándose el aspecto de las figuras. Del estilo art décode principios de siglo pasado, al parecido humano en la década de los sesenta, cuando Adel Rootstein los moldea a imagen de los iconos de la época en Londres. Dos décadas después, con su entrada al interior de las tiendas, los maniquís adoptan más rasgos humanos como el peinado o el maquillaje.

 

 

 

¿Cómo elegir un maniquí?

A la hora de elegir un maniquí, lo primero a tener en cuenta es dónde y cómo se va a ubicar la figura. En función a los cambios de escaparate que realice la compañía, las poses en las que se quieran colocar, será necesario recurrir a un material más o menos ligero y a un maniquí articulado en mayor o menor medida.

 

En los últimos años, la tendencia es a utilizar maniquís cada vez menos realistas, sin cabeza o sin rasgos faciales, y en colores neutros, de manera que no condicionen la ropa y sirvan únicamente como un soporte.

 

En cambio, sí ha aumentado la experimentación en sus posturas, y el uso de grupos de tres maniquís que interactúan entre ellos y permiten dotar al escaparate de un mayor dinamismo.

 

Otro de los puntos clave a tener en cuenta es el tipo de ropa y complementos que se vayan a utilizar. Algunos maniquís se soportan por un agujeros su pies, donde se introduce una barra metálica que lo fija a la base y eso impide que se pueda calzar.