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De Better Cotton al Pasaporte Digital, ¿pueden las certificaciones renacer de las cenizas?

La fragmentada cadena de valor no ha impedido que la moda redoble sus esfuerzos por demostrar los cambios sostenibles. La herramienta principal, a pesar de algunos escándalos paradigmáticos, son las certificaciones sostenibles.

De Better Cotton al Pasaporte Digital, ¿pueden las certificaciones renacer de las cenizas?
De Better Cotton al Pasaporte Digital, ¿pueden las certificaciones renacer de las cenizas?

Celia Oliveras Castillo

27 nov 2024 - 05:00

Las materias primas son fundamentales en la transformación sostenible de la industria de la moda. Más allá de los materiales next gen, el reciclaje cobra más importancia que nunca. ¿Qué es reciclar? ¿Cómo se puede diseñar la ropa para favorecer su reciclaje? ¿Qué entidades son actores en este nuevo ecosistema? Ante la importancia cada vez mayor de este sector en la industria, la serie de Sourcing Keys, patrocinada por Recover, explora los detalles de esta nueva cadena de valor.

 

Sourcing Keys

La importancia del reciclaje

 

 

BCI, GRS, Gots, FSC, Higg FEM, Oeko Tex. Desde que la sostenibilidad se convirtió en un eje central para las empresas, la moda, entre muchos otros sectores, ha desarrollado diferentes formas de demostrar el cambio hacia modelos más sostenibles en su cadena de valor, y las certificaciones sostenibles se han convertido en la forma más extendida de hacerlo. Estos sellos, sin embargo, son sólo uno de los métodos de los que dispone la moda para demostrar sus esfuerzos, aumentar la información del consumidor y sobrevivir a la era del compliance sostenible.

 

Según datos de la Unión Europea, actualmente hay hasta 230 certificaciones de sostenibilidad operativas en 25 sectores diferentes, pero más de la mitad, alerta la UE, ofrecen verificaciones “débiles o no justificadas”. De la actualización de Cascale, antigua SAC, de su índice sobre la comunicación de sostenibilidad, al choque entre Better Cotton e Inditex, las certificaciones se han puesto en duda desde hace años.

 

“Lo importante de estas certificaciones es que son otorgadas por organismos independientes, lo que les confiere una neutralidad y una objetividad cruciales”, explica Beatriz Bayo, experta y consultora para las empresas en temas de sostenibilidad, y antigua directora de sostenibilidad de Mango. La experta admite, sin embargo, las limitaciones a las que se enfrentan hoy en día estas herramientas que, en los primeros días del auge de la sostenibilidad, se convirtieron en un salvavidas para las empresas de moda.

 

 

 

 

Del Índice Higg al sello BCI, pasando por el algodón de Xinjiang

 

A medida que aumentaba la demanda de los consumidores por una moda más sostenible, empezaron a surgir entidades independientes que evaluaban y certificaban los esfuerzos de las empresas del sector por mejorar su cadena de suministro. Una de las primeras entidades en hacerlo fue la Sustainable Apparel Coalition (SAC), que hoy opera como Cascale, a través de su Índice Higg. Este comprendía una serie de herramientas que medían diferentes factores sociales y medioambientales en diferentes ámbitos del ciclo de vida de una prenda, que iban desde el uso de agua, las condiciones laborales de los trabajadores implicados a la veracidad de las campañas de publicidad de las compañías.

 

En 2022, sin embargo, y tras la denuncia de las autoridades de consumo de varios países europeos de que las empresas del sector utilizaban de forma “falsa y engañosa” algunas de estas herramientas para llevar a cabo campañas de markéting, al comercializar prendas bajo la impresión de utilizar algodón orgánico. “El Índice Higg no documenta las propiedades ambientales de un producto específico, sino que mide el impacto ambiental promedio de un material particular, lo que no se aplica necesariamente al producto exacto que se comercializa”, alertó la autoridad del consumidor de Noruega, la primera en llevar a cabo una denuncia.

 

“Hay limitaciones, pero es verdad que hoy en día es la manera más efectiva (y extendida) de garantizar que los materiales cumplen con ciertos estándares y que ayuda a las empresas en este sentido”, continúa Bayo, que añade que la polémica que rodeó al algodón proveniente de Xinjiang demostró la necesidad de mejorar los procesos de auditoría para mejorar la rigurosidad de las certificaciones.

 

 

 

 

Esta fue, de hecho, la mayor polémica que ha sacudido a la cadena de suministro de la moda, hasta el punto de generar leyes concretas que prohibieran la importación de productos provenientes de la región en Estados Unidos o Europa. El escándalo estalló a finales de 2019, cuando se hizo público que la región, que copaba entonces un 20% de la producción mundial de algodón, contaba con una red de instalaciones en las plantaciones de cultivo de algodón donde obligaban a trabajar de manera forzosa a sus empleados, la mayoría de la etnia uigur y otros grupos musulmanes.

 

Actualmente, sin embargo, y a pesar del esfuerzo legislativo de ya varios gobiernos internacionales, parte del algodón de esta zona se sigue exportando al resto del mundo. La fragmentación de la cadena de valor de la moda, que está dividida en múltiples proveedores y fabricantes en países diferentes, permite, por ejemplo, que las compañías de la región envíen la materia prima a las plantas de otros países o de China continental.

 

El último de los escándalos que ha sacudido al sector es el enfrentamiento entre el certificador de algodón Better Cotton e Inditex, ante la acusación de la ONG Earthsight de que varios de los productores amparados bajo el sello BCI estaban llevando a cabo prácticas ilegales en términos de explotación del suelo. Tras el escándalo, Better Cotton anunció una investigación independiente para estudiar las acusaciones, de las que posteriormente aseguró no haber encontrado evidencias, aunque sí admitió “debilidades” en el enfoque actual de las certificaciones.

 

 

 

 

Renacer de las cenizas: el Pasaporte digital

 

A pesar de estos conflictos que ha protagonizado el sector, las certificaciones se alzan todavía hoy en día como la gran herramienta de la moda para demostrar cambios en la cadena de suministro. En los próximos años, además, estas se verán impulsadas todavía más con la llegada del conocido como Pasaporte digital en la Unión Europea. Esta herramienta, que se incluye dentro de la ley de Ecodiseño para Productos Sostenibles (Espr) aprobada por la UE, tiene precisamente el objetivo de aumentar la información y transparencia sobre el ciclo de la vida de los productos.

 

“Para poder aportar esta información se tiene que hacer un esfuerzo previo grande en la trazabilidad y este paso previo necesita aun seguir mejorando ya que no es tarea fácil”, alerta la experta. A pesar de que serán las marcas las responsables de incluir este pasaporte en los productos, gran parte de la información está a día de hoy en manos de los proveedores de la cadena de valor.

 

“Todo el material que distribuimos viene con certificaciones, como el sello GRS, que garantiza el cumplimiento de una serie de requisitos”, explica Ana Rodés, directora de sostenibilidad en Recover. Compañías como Recover se enfrentan cada vez más a la demanda de información por parte de las marcas de moda, tanto en la primera parte de la cadena, los tier 1 y 2, como en la final, los tier 4, entre los que se incluye la empresa valenciana.

 

 

 

 

En los materiales reciclados, asegura Bayo, la trazabilidad es más compleja, ya que el origen de los materiales es muy diverso. “Eso implica que se necesiten pruebas que garanticen que cumplen con estándares de seguridad, calidad, pureza, a diferencia de los materiales vírgenes cuya trazabilidad es más lineal”, continúa la experta en sostenibilidad.

 

Más allá de contar con el sello GRS, de hecho, la fibra comercializada por Recover incluye tanto el porcentaje de material reciclado como el agua, productos químicos o gases de efecto invernadero que se han generado en el proceso de producción. Rodés pone en valor el esfuerzo que supone para las empresas de proveedores garantizar la información, que implica la recogida y selección de datos de todo el proceso de fabricación de la fibra. “Supone un coste extra, que se está sumando a los precios de una industria que ya va muy al coste”, lamenta la directiva.

 

“Puede darse el caso de empresas más pequeñas cuyo desempeño sea perfectamente ético y responsable pero que no se les reconozca por no tener una certificación formal”, añade Bayo en la misma línea. Para la experta, sin embargo, los retos del sector van todavía más allá, e incluyen las inversiones necesarias para mejorar los procesos de producción hacia unos más sostenibles y circulares, lo que puede suponer una barrera para las pequeñas y medianas empresas.

 

“De ahí el término de democratizar la sostenibilidad, de hacer modelos de estandarización y certificación más inclusivos que tengan en cuenta modelos de negocio más modestos para llegar al objetivo común de hacer la industria textil más sostenible”, concluye Bayo.