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Víctor Garrido (CCOO): “Otro Rana Plaza sería brutal para la moda, no sólo por reputación, sería inmoral”

Secretario de acción sindical internacional de Comisiones Obreras de Industria, Garrido explica que en el transcurso de mejorar la seguridad en las fábricas se ha empoderado al trabajador hacia la negociación colectiva.

S. Riera

23 abr 2018 - 04:52

Víctor Garrido (CCOO): “Otro Rana Plaza sería brutal para la moda, no sólo por reputación, sería inmoral”

 

Víctor Garrido conoce la realidad del textil en Bangladesh sobre el terreno. Secretario de acción sindical internacional de Comisiones Obreras de Industria, Garrido es también coordinador del acuerdo marco de Inditex, a través del cual tiene acceso a muchas de las fábricas del país. El representante sindical afirma que la tragedia del Rana Plaza supuso un cambio profundo en la estrategia de sourcing de los grupos de la moda y que, de producirse otro, sería un golpe brutal para estas empresas.

 

Pregunta: ¿Qué ha supuesto para la industria la tragedia del Rana Plaza?

Respuesta: Hay un cambio realmente significativo después del hundimiento, considerado homicidio industrial por el mismo tribunal de Dacca. Hasta entonces, la industria en Bangladesh se había caracterizado por las gravísimas deficiencias por las condiciones en los lugares de trabajo y también por las condiciones laborales, por unos salarios muy bajos y una violación sistémica de los derechos de los trabajadores. Desde que se puso en marcha el Accord on Fire and Building Safety in Bangladesh hasta hoy no ha habido prácticamente ningún accidente, sólo un incendio.

 

P.: Pero más allá del Accord, ¿cómo han cambiado las relaciones entre marcas y fábricas?

R.: Ha cambiado la expectativa del trabajo. Con el Accord se han inspeccionado 1.677 fábricas, que emplean a dos millones de trabajadores, y se han aplicado cambios en 1.100 factorías. En el Accord hubo las dos mayores federaciones sindicales, ONGs, el Gobierno de Bangladesh y más de 200 marcas. Y hubo algunas de estas marcas, las que tenían una mayor presencia, que lideraron los programas de mejoras en las fábricas y se comprometieron a que se cumplieran. Hubo marcas que también ampliaron su labor en las factorías en formación de seguridad. No fue sólo instalar una alarma anti incendios sino realizar una labor de capacitación en temas de salud.

 

 

 

 

P.: ¿Y más allá de la seguridad?

R.: De alguna manera, en el transcurso de este trabajo, también se ha contribuido a empoderar a los trabajadores hacia la negociación colectiva.

 

P.: ¿Se trabaja así de manera más coordinada entre todos los actores?

R.: El Rana Plaza cambió de una manera brutal la política de sourcing en este sentido. Porque también es una responsabilidad sindical y de los Gobiernos que haya más transparencia en las cadenas de suministro y para evitar que se realicen las cosas de cualquier manera.

 

P.: ¿Hasta qué punto sólo es una cuestión de reputación?

R.: Es de reputación, pero no a cualquier precio. Antes valía casi todo, mientras que ahora las empresas se preocupan mucho más. A partir del Rana Plaza se abren nuevos escenarios. Se ha establecido, por ejemplo, la ACT (Action, Collaboration, Transformation) con grandes grupos de moda y las federaciones sindicales para promover junto con los gobiernos la negociación colectiva, salarios dignos y el derecho a la sindicación en varios países de Asia.

 

 

 

 

P.: ¿Encarece esto la producción?

R.: No hay competencia en esto. Hay competencia en otras muchas cosas, en la calidad, en el diseño, pero no en garantizar los derechos de los trabajadores. Como sindicato, tenemos que exigir que se cumplan, pero son ellos los que los tienen que cumplir. Y los gobiernos también tienen que ser responsables.

 

P.: ¿En qué sentido deben actuar?

R.: En España, por ejemplo, debería establecerse una ley que sirviera para garantizar la supervisión de la cadena de suministro, tal y como ya están haciendo otros países europeos, como Alemania, Suiza o Francia. Con esta normativa se obliga a las marcas a respetar los derechos de los trabajadores en sus cadenas de suministro.

 

P.: ¿Hay empresas que salen de Bangladesh porque se ha encarecido la producción?

R.: Me imagino que sí… Pero también hay compromisos por parte de las marcas a permanecer y a garantizar su producción allí. No obstante, intentamos trabajar para establecer unos mínimos que las marcas deberían solicitar en los países que trabajan. Algo tan concreto como el salario mínimo, Etiopía no lo tiene. Pero en la misma Unión Europea, Bulgaria tiene un salario mínimo de 315 euros, muy por debajo de China o Turquía.

 

 

 

 

P.: ¿A los países en vías de desarrollo les interesa tener salarios bajos para atraer inversión extranjera?

R.: Las economías pasan del sector agrario al industrial a través del textil. Sucede así en todo el mundo. Ahora, por ejemplo, lo vemos en Etiopía. El textil es el sector más fácil de industrializar, sobre todo para emplear mano de obra femenina. Más adelante viene la automoción o la siderurgia. Hay países que lo potencian con elementos como el salario o las zonas francas, por ejemplo. Pero las marcas han dejado de moverse por estos elementos precisamente por la reputación.

 

P.: ¿Podría repetirse un accidente como el Rana Plaza en algún otro país?

 R.: Si hubiera otro Rana Plaza sería brutal para la moda, no sólo por la reputación, sino porque sería inmoral.