¿Por qué cambiar?
2 jun 2020
Esta crisis que estamos atravesando, en algún punto nos hace analizar y rever algunos comportamientos que, por ser habituales, consideramos como normales. No obstante, si los analizamos con mayor objetividad no lo son.
En mi última participación en un evento internacional de sourcing de la moda, al finalizar mi exposición, se me acercó un antiguo conocido y referente del sector. En primera instancia y por educación, me felicitó por mi presentación y una vez que “rompimos el hielo” fue directo al punto.
Si bien no puedo recordar exactamente sus palabras, seguramente no fueron muy diferentes a estas: “creo que tus predicciones sobre las posibilidades ciertas de que el proceso de neorrelocalización se produzca tienen más que ver con tu visión y tu deseo sobre ello que con lo que realmente acontece en los orígenes. De llevarse a cabo generará beneficios, eso parece obvio. Pero mis dudas y preguntas son: ¿Por qué hacerlo? En cierta forma ¿no es volver al pasado? ¿Consideras realmente necesario salir de nuestra situación presente?
Inmediatamente después de esta última palabra hizo un gesto con sus manos, queriendo significar que estábamos muy cómodos con nuestra realidad actual. Y continuó para sentenciar: “mi experiencia me dice que poco o nada va a cambiar en este sentido”.
El tiempo da o quita la razón
En ese momento no contesté ninguna de sus preguntas, ni argumenté en favor de mis convicciones. Pudo haber sido por mi innata consideración y respeto a la trayectoria de quien tenía enfrente o porque en cierta forma, después de repetir en innumerables ocasiones y durante tanto tiempo lo que fehacientemente creo, era bueno escuchar una opinión relevante en contrario sin necesidad de refutarla. Algo así como un instinto racional de preservación y equilibrio para no terminar obcecado con mi visión personal. Por alguna de estas razones o por todas ellas juntas, simplemente le dije: “tal vez tengas razón”.
Durante los días posteriores seguí dándole vueltas al tema, sin llegar a ninguna conclusión determinante. Solo encontré una satisfactoria doble alternativa que en cierta forma me aliviaba. Cabían dos posibilidades, este experimentado profesional estaba en lo cierto y, por lo tanto, yo había estado manifestando durante todo este tiempo una visión poco certera, más bien un deseo personal con poca probabilidad de concreción real, o el tiempo me daría la razón.
Un cisne negro
Honestamente, no lo pensé en ese preciso momento, pero “a toro pasado y con el periódico del lunes” debí haber previsto que, si finalmente resultaba darse la segunda opción, no sería por un desarrollo lineal de los acontecimientos sino más bien por una situación límite seguida de un cambio radical.
Hoy, sumergidos en nuestra nueva realidad y al ver como se sucedieron los hechos en la industria, siento que se ha dado la segunda opción imaginada en mi conclusión. Ello no ha sido producto de un proceso planificado sino de una anomalía totalmente inesperada. De un verdadero cisne negro llamado Covid-19, como les decía en este artículo anterior.
No obstante, es correcto admitir que el tiempo no ha validado solo mi perspectiva. Más bien, creo que ambos teníamos parte de razón. Ante un llamado a la acción para cambiar una situación determinada siempre valoramos la posibilidad de no hacerlo fundamentándonos en el camino recorrido, en los resultados obtenidos en el pasado. La mayoría de las veces, nos sentimos absolutamente cómodos y complacidos con nuestra realidad. El presente nos absorbe y nuestro deseo de que todo siga igual, que nada cambie. Es un proceso por el que invalidamos nuestro sentido común sobre lo que debemos hacer y cambiar.
Ideas que finalmente no se aplican
Esto pasa en nuestras vidas, pero sucede también y tal vez, mucho más frecuentemente en nuestras empresas porque las decisiones en su ámbito deben ser supervisadas, compartidas y aprobadas; necesitan de sólidos argumentos que las impulsen y la verdad es que muchas veces abandonamos en la mitad del proceso. No siempre contamos con las energías suficientes para llevar adelante aquellas estrategias de las que estamos convencidos, aun sabiendo que son acertadas, que poseen suficiente visión de futuro y que generarán valor a la empresa.
Hoy estamos caminado y tratando de encontrar la salida a una situación desconocida y extrema. Transitando y despejando este camino aparece ante nuestros ojos una nueva realidad. Una realidad distinta, producto de un proceso que arrasó nuestra zona de confort y que genera un presente y un futuro radicalmente diferente a nuestro pasado reciente.
Nuestras vidas, la economía mundial, la moda a nivel global, la industria textil, el mundo que hemos conocido, todo ello en cierta forma ha cambiado y seguramente lo seguirá haciendo sin saber exactamente hasta donde llegará ese cambio.
Valor genuino para un nuevo mundo
A través de este artículo, tengo la posibilidad de responder a mi admirado profesional del sourcing de la moda aquella pregunta que me hizo sobre ¿por qué cambiar?
Mi respuesta es que debíamos hacerlo por múltiples razones, pero sobre todo porque es lo que indicaba el sentido común antes de la crisis. Ahora debemos hacerlo para sobrevivir.
Porque necesitamos y debemos empezar a generar mayor valor. Pero esta vez deberá ser mucho más genuino y equilibrado. Con ese aporte, creceremos sustentablemente bajo un renovado paradigma que genere utilidad a la sociedad y a un nuevo mundo. Depende de todos y de cada uno de nosotros hacerlo posible. Espero que tengamos la suficiente lucidez.
Gabriel Farías
Gabriel Farías Iribarren -www.gabrielfariasiribarren.com- es un profesional de la industria de la moda con una importante experiencia internacional en aprovisionamiento, compra y producción de textiles y accesorios en Latinoamérica, Europa, Asia y África. Gestor creativo y resolutivo, con enfoque estratégico y orientado a resultados, ha liderado importantes procesos de crecimiento empresarial y reducciones de costes. Autodidacta, muy curioso e inquieto desde muy temprana edad, ha combinado sus dos pasiones: el mundo corporativo y la moda.
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